22 octubre 2007

30 días de soma imperfecto

Érase una vez un estudiante que, machacado por la soledad, el cansancio físico producto de un período intenso de estudio y los constantes escritos sobre enfermedad, decidió no hablar más.
La rabia, la tristeza, las locas ideas del momento y - por qué no - la buena impresión de más de algún momento sorpresivamente agradable, comenzaron a descomponerse. La espiritualidad transformada con tanto esfuerzo poco tiempo antes cayó en el olvido. Los hábitos para incluir nuevas dimensiones a la rutina se volvieron instantes de letargo y encierro. Esa chispa que en días tanto o más duros del pasado había salvado de la derrota a un inexperto ser, ahora era inalcanzable.

Así éste ser humano, ex misántropo sanador, en su afán de aprender sólo técnica se quedó sin una mano de cartas para jugar en caso de tener que apostar. Y llegó el momento del desafío: un alma semejante, asistente al concierto de Epica en el cual el último autógrafo de la vocalista fue firmado en la entrada de un nacido dentro de la misma rotación terrestre, provista de ojos nublados que no eran traspasados por artificiales brillos de los muertos vivientes, debía intervenir en el camino del andante sombrío.
Primero, la traición de un aliado hasta entonces, víctima del narcoléptico concepto de la discapacidad inútil (esa mala imagen que llena de ceros la cuenta 24.500-03 del Chile).
Pautas equívocas, virus, obligatoriedad by-passeable, otro virus, minutos de liderazgo, calor de chimenea.
Hasta olvidar el instinto de autoconservación gracias a un llanto insoportable. Era el momento de la separación de vías; al borde del suicidio tóxico involuntario la forma de volver a ver su sonrisa en días venideros aunque fuese a la distancia era acariciar y decir sin límites que compartía su deseo de escuchar un "te quiero" honesto.
Malinterpretado. Carácter psicopático en acción dentro de algunas mentes, que perciben por cinco sentidos y nada más. Empujones. Súplicas desde el borde del abismo, oídos sordos. Caída al suelo, sin consecuencias. ¿Respeto? ¿Experiencia? ¿Prejuicio? ¿Inventos malintencionados de los albores queriendo llegar al presente? ¡Pégame entonces si estoy faltándole el respeto!
No me golpeó. Disculpas... jajajaja, esa medicina sé que no sirve, ya la había usado. Salida. Calma.
Respiración de Cheyne-Stokes, pesadilla. Miedo, la situación no estaba controlada, por el contrario, cambiaría una fractura de tabique nasal producto de una patada en mi rostro por no haber vivido ese instante (además, capaz que el cirujano se hubiese paleteado con una respingada...). Reacción. Peristalsis, muévete entonces, hay que brillar en la oscuridad. Alarma afuera, entrada, otros se encargarían del resto, ya había sido demasiado.

Etapa 1: Negación. En lugar de buscar el adios, esperé el ya volví. Y esperar sin relatar un par de enfermedades físicas ajenas durante la semana era un pasaje a la humillación. No vi eso. Y en una extensión de plazo, se aparece su fantasma diciendo que no volvería porque se expondría a más ataques de los ya recibidos.
Reja cerrada.

Etapa 2: Rabia. Un ángel abrió sus alas para recogerme. Hice el esfuerzo de no decepcionar, al límite igual sacaba el trabajo adelante. No quiso mirar eso, simplemente me mostró un reloj que marcaba las 8:35. ¿Por qué me habrán dicho que no era un limítrofe, sino un irresponsable? Días antes, anónimamente, denunciaba la falta de tacto al entregar sus impresiones. Ese día hacía gala junto a otro de esa condición. Reprobado. Trámites. Café, suspiro, desde abrazos a palabras estándar. Veo que no hay vuelta atrás: lo no evaluado según lo acordado sería ahora evaluado. ¿¡Tan malo fue todo!? Por lo menos, para que no se la lleve gratis, que algunos escuchen la discusión.

Etapas 3 y 4: Pacto y depresión. O me sometía a las indicaciones o me iba al congelador un año entero. Fue tentador: el ángel conoció los hielos y su compañía estaría a mi regreso. Lejos mejor que cualquiera de los que estaban al lado. Pero no me quería a su lado, fue su exigencia. Bueno, era oficial: receta de antidepresivos despachada. Primera pastilla... ¡Salud! Así, todos los días venideros. El acuerdo incluía una puesta a prueba. Primera parte interrumpida por 150 en una VHS al teléfono. Viadil allá. Segundo capítulo, 4 hojas. Angustia. Minuto 91 y sale el gol del empate. Salvado de la eliminación, pese al temblor fino y la sequedad de boca. Por ahora, ya veremos en diciembre.
Psicólogo. No más plumas blancas, ahora es el turno del macaco de peluche.

Etapa 5: Aceptación. En trámite.